Oliva y su territorio constituyen, desde los tiempos antiguos, lugar de asentamiento de los distintos pueblos que se han establecido en la fachada mediterránea. De esto dan testimonio sus numerosos yacimientos arqueológicos, íberos, romanos y musulmanes que la hacen una población destacada en el panorama arqueológico peninsular. Buena parte del mérito corresponde a su posición estratégica, puesto que constituye lugar de tránsito de la calzada romana que une las ciudades de Xàtiva y Dénia. En la época de dominación islámica, el núcleo principal de Oliva empieza a destacar sobre el resto de poblamientos de los alrededores y el castillo del Rebollet asegura la defensa del salida sur de la comarca de la Safor. Después de la conquista cristiana de mediados de siglo XIII, los nuevos pobladores se establecen en la parte baja de la montaña de Santa Anna, conocida como villa, mientras los musulmanes ocupan la parte alta o arrabal. Ya a principios del siglo XV, Oliva se sitúa al frente de la producción de azúcar, producto que en aquel momento domina los mercados europeos. El 1448 se convierte en centro del condado homónimo y, durante la centuria siguiente, el conde Serafín de Centelles reproduce en su palacio el esplendor de las mejores cortes renacentistas.
En 1609 la expulsión de los moriscos deja los campos valencianos abandonados. Se inicia entonces un largo periodo de decadencia demográfica y económica, culminado a principios del siglo XVIII con la Guerra de Sucesión. La rentabilidad del azúcar baja estrepitosamente y, en consecuencia, es sustituído por el cultivo del arroz y por el de la morera, que revoluciona la incipiente expansión de la industria de la seda. A mediados del setecientos la recuperación ya es evidente, pero Oliva, además, destacará por ser la ciudad natal de Gregori Maians, uno de los más grandes eruditos europeos de la Ilustración. Su sobrino Gabriel Císcar seguirá sus pasos y, además de conseguir el título de almirante de la Armada, será regente de España durante el turbulento periodo de la Guerra de Independencia y introductor del sistema métrico decimal en nuestro país.
El siglo XIX es testimonio de otro cambio decisivo en la agricultura valenciana y muy especialmente en la olivense: la introducción del naranjo. Extendido prácticamente como monocultivo, ha aportado a Oliva largas etapas de prosperidad económica. A principios del siglo XX, se le añadió una pujante industria alfarera, con los populares rajolars. Sin embargo, la necesaria diversificación productiva ha encaminado a Oliva desde la década de 1960 hacia una ampliación de la actividad industrial y de los servicios, especialmente en el sector turístico, cuyo proyecto más visible en estos momentos es Oliva Nova.